No me ha quedado más remedio, era algo obligado. Ni por lo más remoto hubiera llegado a imaginar que alcanzaría semejante repercusión mi anterior entrada del blog.
En un principio la escribí buscando cierto autoconsuelo cuando uno de los jugadores que más idolatro en todo el mundo dejaba de pertenecer a mi equipo de toda la vida, como si quisiera dejar constancia de que siempre estaría con él, pero no solo yo, sino que arrastré conmigo a toda la afición fuenlabreña, hablando por todos, convencido de que lo que decía no iba a ser en ningún caso una barbaridad ni una falacia. Lo conseguí, me sentí mejor, me prometí seguir cada paso que Gustavo Ayón diera fuera de Fuenlabrada, mantenerme expectante ante su progreso y, si era preciso, trasnochar para ver sus partidos en la NBA.
Entonces decidí dar un paso más, pues, como nos enseñan en la carrera de Periodismo, puedes escribir para ti, pero lo verdaderamente importante debe llegar al máximo de personas posibles. En mi caso, ese no era mi objetivo, mi objetivo era que lo recibiera una en concreto y que sintiera que lo que yo decía tenía valor de verdad y se fuera satisfecho con su trabajo aquí, complacido de que toda la que ha sido su afición en los últimos años le seguirá queriendo pase lo que pase. La sorpresa fue mayúscula cuando vi al día siguiente que el mismo Gustavo Ayón agradecía personalmente mi artículo y lo publicaba en la página de la red social Facebook .
El efecto fue inmediato, cantidades de personas comentando el enlace, leyendo el artículo, expandiéndose especialmente por México (país de origen de la estrella), donde he de decir, ha sido recibido con las mejores críticas, lo cual es realmente gratificante para seguir adelante con más proyectos.
Por eso, la primera persona a la que debo dar las gracias por todo esto, es al mismo Gustavo Ayón, que deja patente una afirmación que hice en mi anterior entrada en la que me refería a él como una gran persona por encima de todo. Nada más que añadir al respecto, el acto habla por sí solo.
Después, centrarme en la cantidad de personas que se han molestado y han invertido una pequeña parte de su tiempo en valorar y leer mi pequeña contribución, tanto amigos como desconocidos repartidos a lo largo y ancho del mundo, hispanohablantes seguidores de Ayón principalmente. A algunos de ellos especialmente doy las gracias por aportar más información de interés que procuro añadir a la entrada y también por difundirlo a través de las redes sociales e, incluso, por diversos medios mexicanos donde quizá podrá salir publicado, seguramente no entero, pero a mi, con una simple mención me resulta suficiente.
Con todo esto quiero decir que, sin esperarlo, sin buscarlo e, incluso sin quererlo, mi artículo llegó a tanta gente que desbordó mi capacidad de saber cuántos lo han podido leer, que gracias a diversas personas (anónimas para mi y procedentes del país de origen de G.Ayón especialmente), esto ha adquirido tintes de relevancia y de repercusión (en su justa medida), pues no hay nada que pueda hacer sentir más congratulado y satisfecho a un estudiante de periodismo que sus artículos sean valorados gratamente y leídos por tantas personas que además lo siguen publicando por cada lugar que encuentran. Con esto las ganas de seguir adelante aumentan de manera exponencial y, ver la implicación que algunas personas han tomado con mi artículo hace que me mantenga en un estado de rediante felicidad por el trabajo realizado.
De verdad, mi más sentido agradecimiento a todo aquel que ha contribuido tanto activamente en su difusión a niveles a los que ni siquiera yo podría imaginar aspirar, como leyéndolo e invirtiendo esa pequeña parte de su tiempo, además del ya nombrado Gustavo Ayón por ser el responsable de que ahora todo esto esté pasando. Os deseo a todos un muy Feliz Año Nuevo lleno de felicidad y salud.
Álvaro Carretero Román.
Tomando el ejemplo de George Orwell, mi objetivo es el compromiso social y la denuncia del sistema actual. "Por qué escribo" publicó Orwell, y yo todavía intento responder esa pregunta. Sin embargo, dos frases de Ray Bradbury resumen bastante bien parte de mi pensamiento: “Continuamos siendo imperfectos, peligrosos y terribles, y también maravillosos y fantásticos”; “solo podemos progresar y desarrollarnos si admitimos que no somos perfectos y vivimos de acuerdo con esta verdad”.
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