sábado, 24 de marzo de 2012

Entre paredes de cartón

¿Cuánto conocemos acerca de lo que nos rodea? ¿Cuánta información nos llega realmente? ¿Cuánta nos esconden? ¿Qué pasa en el mundo? ¿Por qué tanto secretismo y tan deliberado interés en mantenernos como a borregos en un corral, privados de los asuntos esenciales mientras nos ceban con lo superfluo?
No es que yo me plantee estas preguntas de forma escéptica, sino que creo tener buenos fundamentos para hacerlo. K.Rove, asesor de George W. Bush hijo y actualmente de Sarah Palin, candidata a las elecciones en EE.UU. con su mismo partido, reconoció con el mayor cinismo posible y casi regodeándose con magnífico orgullo por ello, que el mundo ya no es tal y como creemos conocerlo, que ellos tienen ahora el poder, son el imperio y deciden qué asuntos deben, o no, salir a la esfera pública, qué turbios acontecimientos ocultar "por el bien del Gobierno, el Estado y el imperio" en detrimento de uno de los pilares fundamentales de los derechos ciudadanos: el derecho a la información.
¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Cómo hemos permitido que nuestro mundo degenere hasta tales cotas de hipocresía y corrupción por el poder?
Orwell ya lo definía en algunas de sus obras, entre ellas las más importantes, diciendo que si un gobernante "dice que dos y dos son cinco, pues bueno, serán cinco". Vivimos una vida que se acerca más a la utopía en términos de conocimientos de nuestro entorno que a la realidad que nos pretenden hacer creer (y creemos). ¿Cuántas veces hemos escuchado o leído la entrevista donde semejante impresentable se jactaba de estar al mando de poco menos que miles de millones de ineptos? ¡Nunca!, jamás hemos oído hablar de tal documento porque no importa que sea publicado, el propio Rove lo admitió, ellos podrían hacerlo desaparecer de millones de formas. Aquello que no aparece en la agenda informativa, no existe, ni siquiera es necesario eliminarlo por completo, solo es necesario conseguir que no aparezca entre las noticias. Así de simple.
Ya no es cuestión de plantearse qué está pasando a lo largo y ancho del mundo, ya conocemos todos la existencia de miles de guerras, de pobreza y miseria extremas, de la hipocresía de los gobiernos y la incapacidad de las organizaciones internacionales. Pero, la pregunta sí debe ser, ¿qué hay detrás de todo ello? ¿Qué vemos y qué se esconde en lo más profundo de cada conflicto o acontecimiento?
Nos mienten, nos manipulan, nos esconden información y todo por el "beneficio del imperio". Creo que deberíamos plantearnos entonces si el beneficio es más alto que los perjuicios. La hipocresía de la que hacen gala los grandes dirigentes es inmensa. Se proponen tratados para ratificar los derechos humanos y después colaboran para violarlos con las argucias más tergiversadas posibles. Y eso, solo por poner el ejemplo del que estoy hablando ahora.
Es posible, y esto lo desconozco por completo, que incluso los propios medios de comunicación ignoren esta realidad o, bueno, más bien, deciden ignorarla en base a sus propios intereses, algo que ya he expresado en otras entradas de este mismo blog. Los medios hace mucho tiempo que dejaron de estar al servicio de la sociedad y de cumplir sus funciones primordiales para enrolarse en complejos sistemas de intereses y compensaciones económicas y políticas que alteran los principios básicos de la profesión y los derechos de los ciudadanos al conocimiento y la información. Los medios ya no son el cuarto poder, sino un instrumento del primero, del ejecutivo. Solo con una mínima investigación es muy posible que empezaran a surgir noticias inéditas, descubrimientos sorprendentes que nos harían cambiar nuestra visión de la sociedad y de todo, en general.


Los acuerdos, escritos, o no, entre los dirigentes políticos y empresariales han provocado que la situación sea manejada a su antojo en cualquier momento. La información puede llegar a cuentagotas y es extremadamente fácil conseguirlo. Tomando como ejemplo el accidente nuclear de Japón, se puede observar lo sencillo que resulta engañar y mantener a la población en el estado que más interese al Gobierno o al "imperio" como lo definió Rove, en cada momento, ya sea creando el pánico, la histeria, la tranquilidad, la confianza o la estabilidad. En el caso de Japón, su propio Gobierno envió mensajes de tranquilidad casi cada hora fingiendo que la situación estaba normalizada y controlada cuando en realidad el peligro de catástrofe nuclear era más alto que nunca y, poco a poco, con el paso de las horas y los nuevos comunicados o, incluso de varios días, se daba nueva información sobre lo que "estaba sucediendo" pues, en realidad, se demostró que tal información ya había sucedido hacía días y solo se emitía cuando aquello de lo que se hablaba ya estaba relativamente controlado. ¿Alguien cuestionó siquiera algún dato, se contrastaron o se investigó en profundidad? ¡No!
Así de simple, una persona con poder dice cualquier cosa, por absurda que parezca, y millones lo siguen sin cuestionarlo. Al menos, hay que reconocer que el sistema que han creado es realmente eficaz.
Poco a poco, con el paso de las décadas, de los nuevos cambios y generaciones, se ha ido conformando un sentimiento, una idea de confianza ciega en todo aquello que nos cuentan, habiendo pasado primero por un proceso de "idiotización" de la población. Y, por supuesto, el miedo como elemento fundamental, pues solo así la gente puede aceptar decisiones irracionales que en momentos de estabilidad serían algo más que cuestionadas. Han conformado una sociedad de personas complacientes y pasivas que no se inmutan por absolutamente nada. Por eso es tan fácil llevar a cabo la manipulación de la información. Mientras tanto, los medios han de venderse a poderosas empresas que se ponen al servicio de los dirigentes. Controlados los ciudadanos y acorralados los emisores de información, ¿quién puede detener semejante despropósito? Tal vez nadie, tal vez llegue una nueva generación con la suficiente capacidad para imponerse al juego de intereses que han creado o, tal vez, acabe el sistema tal como lo conocemos hoy.
¿Cuál es la conclusión? No quieren repetir los mismos grandes errores que otros cometieron a lo largo de la historia. La situación solo cambia cuando el pueblo se levanta, pero si impiden que estos tengan motivos para hacerlo mediante el engaño y las tácticas más cínicas de desinformación, jugando con los estados de crisis y de histeria o miedo, estos siempre estarán controlados y confusos y dejarán a quienes siguen moviendo el mundo a su antojo tranquilos regodeándose con su poder.
Nos vemos abocados a caminar sobre un puente suspendido en un acantilado al que, además, le faltan varias tablas. Nos movemos a lo largo de nuestra vida viviendo nuestra propia vida, felices y despreocupados de todo cuanto acontece, simplemente diciendo "yo soy culto, yo soy una persona informada y comprometida que sigue la actualidad a diario". Y, mientras tanto, los periodistas estudiamos una asignatura llamada "Sociedad de la Información", que se basa en admirar y pretender seguir con la tónica de este sistema hipócrita violador de los derechos fundamentales de las personas. Por lo menos, me sirve para hacer una crítica algo más INFORMADA.
Que cada cual investigue por su cuenta, como suelo mantener, yo planteo una idea, un problema, una situación que denunciar de forma relativamente breve. Que germine el virus de la curiosidad y sea cada lector quien decida tomar partido en el reducido grupo de los escépticos. Las conclusiones las debe sacar cada individuo personalmente, no ofrecerlas un estudiante en base a sus propias ideas. Si así lo hiciera, el texto sería efímero, no tendría ningún calado y no estaría cumpliendo mi propósito.
El beneficio de la duda y la curiosidad siempre han dado buenos frutos.

Álvaro Carretero Román.

jueves, 15 de marzo de 2012

Llamémoslo decadencia

¿Esperaban profundas reflexiones con este título? ¿Esperaban otra brutal crítica hacia el sistema actual? ¿Acaso tales palabras no expresan por si solas el presente global que vivimos? ¿Hay alguna palabra mejor para expresar todos los acontecimientos que se suceden imparables sin que nadie ponga remedio? ¿No es así como nos pintan nuestro futuro, siendo una "generación perdida" (algo de lo que sinceramente, discrepo)? Se equivocaban, entonces.
La decadencia no somos los jóvenes, nosotros no somos el fracaso, no somos los chivos expiatorios de nadie contra los que cargar las responsabilidades del futuro. Nosotros lucharemos por el cambio, seamos o no la minoría. Vosotros, todos los "jefazos" que os sentáis en vuestras cómodas sillas regodeándoos de la pobreza del resto, vosotros sois la vergüenza y encabezáis la decadencia del mundo. Gracias por el apestoso legado que habéis conseguido dejar.
No se si me produce más rabia o frustración tener que emplear esta palabra como descripción de la situación actual. Que cada cual saque conclusiones; esta vez, debe ser propósito de cada uno plantearse su presente y su futuro, no seré yo quien condicione o pueda orientarlos escribiendo.

Álvaro Carretero Román.

domingo, 4 de marzo de 2012

Eric Arthur Blair: George Orwell, para el mundo

El mundo de la literatura es fascinante. Evocar lugares y situaciones diferentes en cada mente, en cada rincón de la imaginación de las personas... Es realmente asombroso pensar que se forma un pequeño universo en cada uno de nosotros, siempre cambiante, cada vez que abrimos un libro, cada vez que pasamos sus páginas.
Y, sin embargo, la literatura tiene otras muchas funciones y, aunque muchos escritores hubieran preferido dejarse seducir por la escritura pomposa y la creación de auténticas odas al arte, eligieron un camino más "tortuoso" y posiblemente menos agradable con el objetivo de reivindicar diversas actitudes, pensamientos, ideas o situaciones especialmente delicadas. Es el caso de uno de los grandes escritores comprometidos de la historia, de alguien, pues a menudo tendemos a considerar a los nombres que estudiamos como eso, nombres, en vez de como personas, que ha puesto forma a mis pensamientos y a mis ideas, una persona con quien he podido ver el reflejo de un espíritu independiente, con afán de buscar una mayor igualdad en el mundo y una tremenda solidaridad por sus congéneres.
George Orwell (seudónimo que adoptó Eric Arthur Blair), se enfrentó a una época especialmente convulsa y, aunque ni mucho menos es mi intención compararla con la actual, sí creo que, en este caso, al menos, es mucho más compleja en el sentido de que los frentes de lucha son mucho mas ambiguos e indefinidos. Orwell dejó en sus obras todo su pensamiento reflejado. Las guerras mundiales impulsadas por los totalitarismos y los nacionalismos, la Gran Depresión, la caída del imperio británico, el comunismo de Stalin y la Guerra Fría no podían menos que formar una auténtica generación de intelectuales comprometidos con los valores que debían primar en cualquier sociedad.
Las desigualdadas sociales eran cada vez más exacerbadas y la vida rural que Orwell había vivido con su familia en la India (colonia inglesa natal del escritor), desaparecía en detrimento de la industria mecanizada y, aunque pertenecía a la clase acomodada de la Bengala, no se conformaría con el hecho de tener tales privilegios y llegaría a considerarlos como lujos innecesarios, caducos y sin ningún significado para él. Desde joven sintió, aun así, los efectos de la nociva desigualdad al asistir a una escuela donde él era de la clase más baja de Inglaterra (se mudó allí con su familia tras acceder a una beca).
Pero, para entender tanto su vida como su pensamiento (algo que iba ligado), es necesario conocer dos hechos que marcaron su vida, cuales fueron servir en la Policía de Birmania siendo uno de los opresores y combatir en la Guerra Civil Española al lado del POUM. Era evidente que en él predominaban los valores de honradez e igualdad combinados con una sucesión de ideas liberales y valores humanitarios, denunciando cada violación de los derechos de las personas con cada uno de sus ensayos. Sin embargo, el escritor nunca se definió dentro de ningún partido político concreto, ni siquiera dentro de una ideología concreta. Era un espíritu crítico que revisaba sus propios valores si estos perdían su fuerza, que actuaba en consonancia con el ambiente belicista y de tensión constante de la época, granjeándose así, una serie de firmes opositores a sus textos.
Conoció el sistema colonial desde lo más profundo de él, de ahí su profundo sentimiento de culpa por haber sido uno de los opresores sirviendo en Birmania y, con el propósito de equipararse a los sesgos sociales más bajos, vivió en situaciones de absoluta pobreza, provocando altercados, incluso, para conocer el sistema carcelario de Inglaterra desde su interior. Con el tiempo y la madurez, ese espíritu impulsivo y romántico, se fue atemperando, si bien no perdió su afán crítico e individualista.

El segundo hecho se constató en importancia porque fijó las ideas de Orwell. Afectó radicalmente a su visión del mundo, conformando definitivamente su orientación política, algo que reflejó en su artículo "Por qué escribo", citado en la cabecera de mi blog. Él se apoyaba en los pilares básicos de la justicia, la decencia, la libertad y la igualdad. Sin embargo, como ya se ha expresado, Orwell no se definió enmarcado en las consignas de ningún partido, ni siquiera de ninguna ideología, sino que prefirió seguir su camino con una ideología tendente a la izquierda, aunque modificada a su estilo y semejanza. Orwell desconfiaba de la política de partidos y de los intelectuales de izquierda, considerándolos "bolcheviques de salón", asentados en sus respectivos despachos e incapaces de cumplir de verdad aquellas promesas efímeras que reflejaban aquel utópico mundo de igualdad.
Una cuestión recurrente en su obra, y que constituye el eje central del ideario de Orwell, es su horror ante cualquier atisbo de intimidación y control, es decir, ante la imposición de ideas o conductas por parte de quienes ostentan la autoridad. Prácticamente, todos los protagonistas de sus obras son víctimas de algún tipo de abuso de poder, especialmente mediante la persuasión psicológica, apoyado en la manipulación del lenguaje y del pasado, dos aspectos que fascinaban y repudiaban al autor. Orwell comprobó en España como la propaganda política falseaba la información, mintiendo indiscriminadamente (hoy hemos evolucionado hasta formas más complejas, pero no levantaré polémica en este artículo en concreto), algo que sucedía en ambos bando y tuvo como consecuencia que Orwell se desencantara en estos aspectos. Así, admitiría que, el verdadero poder de los dirigentes es que "controla, no solo el futuro, sino el pasado. Si el Dirigente dice que tal acontecimiento nunca ocurrió, pues es lo mismo que si efectivamente nunca hubiese ocurrido. Y, si dice que dos y dos son cinco... pues bueno, serán cinco". Desde ese momento, el propósito por el que Orwell luchó más encarnizadamente por denunciar, fue contra los totalitarismos.
Pero, la verdadera mística de Orwell, fue conseguir aunar en sus escritos las dos funciones primordiales de la literatura, la ética y la estética, la literatura como fin, y como medio, algo que todo artista debe plantearse en algún momento de su carrera. Esto es algo que el autor refleja en su ensayo "Por qué escribo", ensayo que es una especie de testamento literario, y que continuó en sus últimas y mejores obras, "Rebelión en la Granja" y "1984", mas, en sus anteriores ensayos, sus ideas se iban modificando en función de la respuesta que diera a los estímulos de los sucesos procedentes del exterior y del entorno de injusticia en que vivía. Sin embargo, y este es un punto vital para acabar de entender su pensamiento, Orwell no alaba la literatura comprometida con el cambio social, ya que la encuentra tan arraigada hacia ciertas ideologías y partidos políticos, que pierde todo sentido crítico, por lo que sí defiende el compromiso moral y social del escritor, lejos de cualquier ideología política, defendiendo contundentemente la independencia del escritor.
En resumen, Orwell solo puede ser calificado con una independencia de espíritu y una independencia de criterios envidiables, tolerante y comprometido con su entorno, admitiendo incluso el talento de escritores a los que criticaba por comprometerse con la política. Mi propósito en este análisis no ha sido exponer sus obras, ni siquiera realizar un análisis como tal, sino conocer a la persona que fue, porque todos somos personas, no nombres huecos que pasan por la historia sin dejar otra cosa más que eso, un nombre en base a una serie de acontecimientos y Orwell ha sido uno de los autores que más me ha marcado personalmente por poner letras argumentadas a mis ideas, por identificarme con otra persona de espíritu crítico y libre, incapaz de seguir los preceptos de un mundo cruel y de una política inmunda que solo busca su propio beneficio.
"Cuando me siento para escribir un libro, no me digo: 'Voy a crear una obra de arte'. Lo escribo porque hay una mentira que quiero poner en evidencia, un hecho sobre el cual quiero atraer la atención, y mi primera preocupación es que se me escuche". G. Orwell; "Por qué escribo".

Álvaro Carretero Román.