“La diferencia entre la <<prensa sensacionalista>> y la <<prensa informativa>> reproduce, en definitiva, la oposición
entre los que hacen política en
actos, palabras o pensamiento, y los que la reciben,
entre la opinión actuante y la opinión sobre la que se actúa. Y no es una
casualidad que la oposición entre los dos tipos de prensa recuerde, bajo la
figura de la antítesis del entendimiento
y de la sensibilidad, de la reflexión y de la sensación, que está en el centro de la representación dominante de
la relación entre dominantes y dominados, la oposición entre dos tipos de
relaciones con el mundo social, entre el punto de
vista soberano de los que dominan el mundo social en la práctica o en
pensamiento (…) y la visión ciega, estrecha, parcial, la del simple soldado
perdido en la batalla, de los que están dominados por ese mundo.”
(Bourdieu, 1988:
456-457)
Como se ve, el autor plantea una dicotomía análoga a la
que se conoce normalmente (entre matrices culturales <<ilustrada>>
y <<dramática>>. Para Bourdieu, esa dicotomía está cargada de
sentido político: el análisis, la distancia y la observación reflexiva del
objeto que proponen los periódicos de prestigio suponen la afirmación de un
poder sobre ese objeto y la <<afirmación de la dignidad del sujeto que se
afirma en ese poder>>. La prensa de prestigio confiere a su destinatario
la <<dignidad de sujeto político,
capaz de ser, si no sujeto de la historia, al menos sujeto de un discurso sobre
la historia>>. La prensa popular, contrariamente, satisface la lectura
del lector ordinario de periódicos, <<papanatas curioso, destinado a la
inmersión en el acontecimiento y al breve tiempo de las sensaciones fugitivas y
fáciles>>, como lo caracteriza
Bourdieu asumiendo irónicamente la postura de la prensa legítima respecto al
público popular.
Álvaro Carretero Román.
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