martes, 21 de febrero de 2012

Manifiesto por el cambio

¡Estamos hartos!
Hartos de ver cómo cada nuevo gobierno que se sucede sigue la misma línea de ineficacia que los anteriores. Votamos sí, pero votamos a un compendio de políticos que no distinguen ya entre izquierda o derecha, donde se presentan un cada vez mayor número de grupos a las elecciones, pero ninguno de ellos es capaz de mantener una ideología distinta que proponga cambios reales. Distintos partidos, misma política centrista.
Entonces, ¿cómo saldremos de esta?, ¿cómo podemos garantizar una fuerza mayoritaria que realmente represente al pueblo, no solo con la mayoría de votos (pues a alguno habrá que elegir), sino con sus acciones? Nos escudamos en que estamos viviendo tiempos convulsos y difíciles, que las medidas de represión y de recorte de libertades y ayudas del Estado de bienestar son necesarias, pero útiles, a la larga. No me lo creo, nunca me lo he creído y, mientras nos sigan intentando colar ese cuento chino, tampoco dejaré de luchar para que nadie se lo crea. ¡Es mentira!
La crisis, se sabía desde hace años que podía pasar, pero nadie tomó las medidas preventivas para paliarla, el Estado de bienestar se sabía desde el principio que con el ritmo de crecimiento que la población tiene actualmente, añadido al envejecimiento y la mayor esperanza de vida podría necesitar un cambio de orientación para mantener su efectividad, aunque jamás sería viable que por este motivo llegara a desaparecer ni a empeorar sus prestaciones, pero tampoco nadie se preocupó en mirar a ese futuro inmediato, dejando un legado envenenado que se han ido pasando como herencia unos políticos a otros a lo largo de los años. Toman medidas para los problemas del momento, salvándose el culo propio, hablando mal y pronto, para poder mirarse ante los ojos de la Historia como un político al que no le estallaron los problemas porque supo ocultarlos a la perfección. Pero, los problemas, cuando solo se ocultan sin solucionarlos, estallan en algún momento.
Todos seguirán haciendo lo mismo; hemos llegado a un punto, en el que prácticamente no creemos en política y, eso, es muy peligroso. No tenemos fe en aquellos que nos representan, ni en los que podrían hacerlo, simplemente nos relegamos a una situación de pasividad contemplativa observando cómo nuestro mundo se viene abajo después de generaciones de ineptitud. Porque eso, sí que se han encargado de hacerlo a la perfección, crear una generación de cabezas huecas de pensamiento, de pasivos receptores que se preocupan más por una victoria de su equipo de fútbol que por la muerte de miles de personas a kilómetros de su casa, que aceptan la violencia y las situaciones críticas igual que si les estuvieran contando el cuento de los tres cerditos. Pues su casa también será derrumbada algún día.
¡Debemos levantarnos! En la Historia, con situaciones menos complicadas, ya se habían sucedido una serie de revueltas que bien pudieron cambiar el curso de los acontecimientos. Si los dirigentes actuales no nos representan (ni nos escuchan), entonces usemos su sistema. Pongámoles en jaque, reivindiquemos nuestras ideas y obliguémoles a escuchar cuando se vean en una situación tan insostenible como la que vivimos en la actualidad. Pero bien, no estoy hablando de España ni de sus gobernantes, ellos, si nos paramos a pensarlo, no pintan nada en el panorama internacional. Son una serie de diez o quince personas quienes han pretendido desde muchos años atrás controlar a los miles de millones que poblamos la tierra. La Guerra Fría nunca terminó del todo, pues hoy seguimos viviendo una de sus más temibles consecuencias, la cual puede desembocar de nuevo en un conflicto de grandes dimensiones y, esa consecuencia es, sin duda, la carrera por las influencias. ¡Eso es lo que mueve el mundo! Un reducidísimo número de personas que han alcanzado tanto poder, que se ven capaces de controlar al resto a placer y, en España, no somos más que un títere más al que utilizar. La carrera de influencias continúa: EE.UU. lleva años intentando controlar Oriente Medio y Próximo y diversas regiones de África, China ha extendido una red de mercado tal, que puede ejercer una enorme presión en la toma de decisiones de otros países mediante el chantaje y, Europa... ¿acaso alguien piensa que la Unión Europea se creó por la buena fe de sus integrantes o que las ampliaciones se realizaron simplemente porque querían que toda Europa tuviera un crecimiento sostenido y no estuviera en la miseria? ¡NO! La UE ampliaba sus fronteras porque se veía atrapada y diezmada en la carrera de influencias, ya no eran grandes imperios, ya no había colonias repartidas por el mundo, ya no eran potencias económicas que pudieran adquirir nuevos territorios estratégicos. Su supervivencia en el mundo se basaba en la adhesión de nuevos territorios europeos para intentar formar un bloque capaz de competir con las otras potencias y que los antiguos países soviéticos no cayeran de nuevo en la red de otra potencia que pudiera ofrecerles mejores recursos.
¡Ese es el problema! El sistema está quebrando por la corrupción, la ineptitud, la ineficacia y el sometimiento a una serie de personas que mueven todos los hilos. Si España intenta tomar una medida que se salga de los trazos programados, es inmediatamente evaluada por los dirigentes europeos, quienes "recomendarán", más bien obligarán, a España a rectificar bajo un sistema de presión y chantajes. La globalización ha sido una de las jugadas más astutas jamás realizadas en esta interminable partida de ajedrez. La hemos aceptado como algo beneficioso (sin duda, lo es en muchos ámbitos), pero se ha ocultado su verdadero y oscuro propósito, cual era poder tener esas influencias vitales para una serie de territorios y poder controlarlas sin ser cuestionadas e, incluso, sin ser visible para los propios dirigentes controlados. Mientras este sistema siga vigente, tendremos un serio problema para tomar medidas efectivas, pues a nadie le interesa tener una oveja negra en su rebaño y, hoy por hoy, una oveja aislada y repudiada es una golosina muy dulce para cualquiera que busque experimentar. El aislamiento y el vacío político tendrían como consecuencia no poder acceder a una serie de productos básicos en la sociedad actual, no tener sistemas efectivos de mediación y un largo etcétera con miles de aspectos más. Ahí está el trasfondo de la globalización. Un sistema perfecto, en el que es muy fácil entrar, pero imposible abandonar.
Por eso, yo digo, ¡nuestro problema no son los dirigentes de España, ellos son solo el primer escollo! Están encorsetados en una serie de medidas y una compleja red de influencias de la cual no pueden salir sin dar el paso que le marcan. Parecerá utópico, imposible o cosa de locos, pero debemos hacer quebrar dicho sistema, solo así, podremos empezar a recuperar la estabilidad. Desde pequeños, aprendemos a reconocer los errores y rectificar, pero por lo que parece, a medida que crecemos se nos olvida el significado de una frase tan importante. La Unión Europea es el error (al menos, en el caso que nos atañe, cual es nuestro propio país). No tengo ni la más mínima idea sobre política y no pretendo sentar unas ideas que, muy posiblemente, estén mal fundadas o equivocadas, pero sí pretendo que cada uno de nosotros tome conciencia y reflexione personalmente, saque sus propias conclusiones sobre este tema que estoy tratando y tome decisiones consecuentes con ellas. Hay que sentar las bases del cambio, cada uno las suyas propias que le lleven a movilizarse, que le den un objetivo y una causa.
Parece, que una vez te asientas en el poder, asumir y rectificar los errores se antoja demasiado difícil por la creencia (no se si mal fundada o no) de que eso te hace ser débil y perder esas influencias que se han ido ganando a lo largo de los años. Porque, al final, todo se basa en lo mismo, las influencias, porque todas las acciones se realizan para no fracasar en ese aspecto. A mi parecer, la Unión Europea es el error y, aunque realmente fue un sistema efectivo, su propósito no creo que fuera realizar tantas ampliaciones (y con esto no quiero discriminar a ningún país), sino que estaba pensada para un grupo muy reducido, donde entonces, sí podría seguir siendo eficaz.
Mientras sigamos manteniendo este sistema, no nos recuperaremos, mientras no miremos al pasado y busquemos las causas que han provocado esta crisis del sistema, no lo arreglaremos, mientras sigamos confiando en quién sabe qué personas para el dominio del mundo, no sabremos ante lo que nos enfrentamos. ¡Aprendan y rectifiquen los errores, dirigentes, no los escurran a la siguiente hornada de políticos sin ideas para que los agraven!
Puede, y con esto finalizaré y realizaré mis dos reflexiones personales, que el sistema ya no sea válido. El capitalismo y el comunismo, por escoger un par de ejemplos recientes, no surgieron por obra divina y ni de la noche a la mañana debajo de una piedra. Son sistemas creados por personas inteligentes, personas con ideas y capacidad de innovación. Independientemente de la corriente en la que nos enmarquemos, debemos reconocer la brillante genialidad de todos los que contribuyeron a su formación, pues crearon dos sistemas hasta entonces inexistentes, que cambiaron el curso de la Historia. Y, pregunto, ¿nos hemos vuelto tan pasivos y sumamente idiotas que nuestra generación no sería capaz de crear un nuevo sistema, tal como hicieron Marx, Smith y otros grandes pensadores? Puede, y solo es mi humilde opinión, que sea el sistema lo que debe ser cambiado. Puede, que tengamos la ingente necesidad de un nuevo sistema, tal y como se tenía entonces cuando se asumieron esos dos en el siglo XX.
Y, esto, me lleva necesariamente a mi segunda reflexión. En nosotros están puestas las esperanzas del cambio, en las personas con la capacidad de pensamiento, de lucha y de rebeldía que buscarán un cambio que suponga un sistema justo y equitativo con todos, un sistema que marque un hito en la Historia y, los españoles, no somos ni mejores ni peores que nadie, da igual suecos, franceses, británicos, chinos que estadounidenses, tenemos tanto potencial como cualquiera de ellos, solo debemos saber explotarlo. Puede que sea nuestro momento, cuando todos están obcecados en solventar este sistema, nosotros podríamos buscar una solución radicalmente distinta creando otro.
Y, si no se han convencido, por favor, lean a George Orwell, lean 1984 o Rebelión en la granja, pero en especial, esta primera obra. Será nuestra insignia, nuestra bandera, el símbolo de la nueva revolución hacia el cambio. Léanlo, porque, de verdad, se darán cuenta de lo que supone un sistema que todo lo controla, un sistema invisible pero presente y a lo que nos podemos ver abocados en un futuro. Deténganse con cada profunda reflexión que el autor escribe y saquen sus propias conclusiones. De verdad, merece la pena invertir una pequeña cantidad de su tiempo en leer esa obra de arte, no quedarán indiferentes y, puede, y solo puede, que entiendan un poco mejor (y no digo que estén de acuerdo) mi manifiesto por el cambio.

Álvaro Carretero Román.

miércoles, 15 de febrero de 2012

La excelencia de los obreros

No es sobre este colectivo entendido como tal sobre lo que me propongo hablar, aunque bien podría hacerlo y conseguir fructíferos resultados con lo que escribiera.
Mi tema de hoy es mi pasión, aquello por lo que sufro, siento y padezco, irradio alegría, orgullo e ilusión por los cuatro costados. Aquello que hace que durante un tiempo, olvide que el resto del mundo existe en el exterior de un modesto y reducido pabellón situado en el sur de Madrid.
Obreros sí, porque nuestro actual entrenador Porfirio Fisac (por quien, he de admitir, siempre he sentido especial debilidad) nos calificó con tales palabras: "Somos unos obreros del baloncesto, tanto club como afición". Frase para el recuerdo, frase estandarte, definición en escasas palabras de un club que siempre lo ha dado todo dentro y fuera de la cancha. Somos obreros, somos luchadores frente a las adversidades, somos ilusionistas y malabaristas económicos. Somos muchas cosas, pero ante todo, un club, un equipo, una afición... enrolado en un todo que forma una única institución. Amor mutuo y eterno; amor verdadero, de corazón.
Porque a falta de un par de días para que de inicio la Copa del Rey en el Palau Sant Jordi de Barcelona, puede que ninguno de nosotros tenga demasiadas esperanzas en que podemos ganar el partido frente al Real Madrid (seamos realistas), pero ahí reside la magia, esa es nuestra fuerza. La ilusión por jugar, el mero hecho del amor al baloncesto mueve a toda una ciudad a brindar un apoyo incondicional que, al menos, acompañe a nuestros jugadores como emblema, que se sienta el espíritu atronador del Fernando Martín. Una horda naranja pasará por Barcelona como si fueran miles, cientos de miles y no desfallecerá hasta que no lo hagan sus jugadores.
Somos obreros y tenemos a la cabeza de semejante grupo a un líder disfrazado de peón, un moralista hecho entrenador que inculca su filosofía a sus pupilos en cada acción, en cada tiempo muerto, en cada palabra... y que luego estos se encargan de transmitir a los aficionados. ¿Qué hacíamos nosotros mientras teníamos serias opciones de entrar en la Copa tras tantos años con la miel en los labios y nos "peleábamos" con otros tantos equipos más? Mirar hacia abajo, mirar de frente al descenso y de reojo a la Copa, porque la quimera de descender sigue presente. ¡Cuánta humildad! Los obreros, difícilmente pueden ascender ¿no?
No es mi intención realizar un análisis, ni rememorar anteriores campañas del Baloncesto Fuenlabrada, ya se ha escrito demasiado sobre todo esto y, si algo he aprendido a lo largo de mis años de estudiante, es que la Historia nunca se repite porque las condiciones nunca son las mismas. Es decir, las estadísticas y precedentes solo son papel mojado, lo que importa es el ahora, la ilusión de jugar, la esperanza de ganar y la pasión.
Por eso, esto no es una simple crónica sobre análisis del partido, ni de las causas por las que estamos aquí, ni una defensa a ultranza de líneas que llevo leyendo desde hace algún tiempo como que estamos aquí porque nos lo merecemos después de todos estos años, que es la recompensa a la humildad y el trabajo bien realizado, al esfuerzo colectivo... No, para nada, eso lo sabemos todos de sobra ya.
Hoy rindo homenaje al baloncesto pero, sobre todo, rindo homenaje a mi modesto club. Porque si fuera entrenador, si pudiera decir simplemente unas pocas palabras a nuestros jugadores, a ellos que tienen la inmensa suerte de disfrutar desde dentro este precioso espectáculo, a la vez que tienen la ingente responsabilidad de hacer un buen papel, les diría que no nos importa cómo jueguen, ni siquiera el resultado. Diría que tomen un respiro, mantengan el silencio durante unos segundos cuando salgan a la cancha y escuchen todo el pabellón. Buscar con la mirada a los cientos de aficionados fuenlabreños que se han desplazado hasta allí y a los miles que, por unos motivos u otros, están expectantes en sus casas viviendo un momento histórico también para ellos. Y, en ese momento, recapacitar. Saber que tienen tras de sí a toda una orgullosa marea naranja que apoya a los insolentes que se atrevieron a desafiar el orden preestablecido y destronaron a los "clubes señores" de la mejor liga de Europa e, incluso, jugarles cara a cara, sin miedo. Y, eso, sería suficiente para que cualquier jugador sintiera la necesidad de dejarse la piel, de luchar cualquier balón, defender hasta la extenuación, meter los tiros que nunca hubieran entrado... Poder mirar a cualquier aficionado a los ojos y verlos anegados en la humedad que provoca el orgullo infinito, la adoración, la ilusión y la confianza absoluta, casi con una petición, una súplica hacia el jugador que estuviera mirando al aficionado en ese momento de que, por favor, le hiciera disfrutar, sentir el baloncesto, vibrar con él, darle motivos para que todo su esfuerzo al ir hasta allí haya merecido la pena, irse a casa con la sensación de sentir una dicha y una felicidad envidiable por cualquiera. Porque saben que no juegan para ellos, ni siquiera para sus aficionados; juegan para la felicidad de estos, juegan para devolver la ilusión y la confianza que se deposita en ellos mismos. Juegan con sentimientos, con sensaciones.

¿Qué podría hacer más feliz a una persona? ¿Qué podría motivarle más o darle más ánimos que saber que está haciendo felices a miles gracias a él?
Por supuesto, mi fe en Porfirio Fisac es inquebrantable, años de confianza ciega en él, porque ha demostrado ser algo más que un profesional del baloncesto. Una persona que se adjudica al completo el fracaso de todo un club al descender, que lo deja por iniciativa propia a pesar de ser el club de sus amores al considerar que no merece seguir en el puesto y no acepta otras ofertas para recapacitar sobre sus errores... es merecedora de todo mi respeto. Eso, sí es predicar con el ejemplo. Por eso, cualquier cosa que diga a nuestros jugadores, debe ser nuestra insignia también.
Hoy es momento de acordarse de todos, Gustavo Ayón (siempre con nostros desde New Orleans), Esteban Batista, Ferrán López, Walter Herrmann, Francesc Solana, Salva Guardia, Nate Huffmann, Brad Oleson, Salva Maldonado... (nombrando muchos de los últimos para que sean más reconocidos por la afición actual) y evocar su espíritu, de luchar también por todos ellos, regalarles este partido mágico a antiguos compañeros o jugadores que dejaron su pequeña huella en nuestro equipo, de reconocer el mérito a tantas generaciones de jugadores, técnicos, trabajadores del club, que han hecho de este humilde club un gigante realmente temible capaz de tumbar a quien sea cuando evocan dicho espíritu de lucha y entrega.
Hoy, levantemos la cabeza, tomémonos, al menos, un minuto o dos de silencio y sintámonos orgullosos de pertenecer a la historia del Club Baloncesto Fuenlabrada. Que entren en nosotros los recuerdos de los días memorables vividos de la mano de nuestro equipo, jugadas que permanecen intactas en nuestras retinas, los días más gloriosos y los momentos en los que alcanzamos la felicidad más pura jamás pensada. Esa es la euforia, eso es lo que desatan nuestros jugadores.
Gracias, a todos, a los que están, a los que estuvieron, a los que vendrán. Gracias por permitir que podamos decir "¡SOMOS DEL FUENLA!" con todos los sentimientos que eso conlleva en tan solo tres palabras, en catorce letras.
Con desbordante ilusión por escribir estas líneas,

Álvaro Carretero Román.











viernes, 10 de febrero de 2012

If your life would ran out just now...

Si tu vida se acabara justo ahora...
Muchas veces nos hemos formulado, bueno, más bien, nos han hecho formularnos esta pregunta y reflexionar profundamente sobre ella, ¿no es así? Es una cuestión tan repetida a lo largo de los siglos que, incluso, muchos se han dado por vencidos intentando responderla. Unos, entre los que yo me encuentro, por no verse capaces de responderla por motivos que expondré a continuación; otros, simplemente por no querer engrasar los obstruidos mecanismos de su cerebro siempre que ello suponga pensar en algo más allá de los problemas comunes a los que nos enfrentamos día a día.
Sin embargo, cada vez son más frecuentes las respuestas rápidas. Es curioso afirmar a tal velocidad cuando la pregunta que se plantea tiene tanta profundidad. Respuestas materialistas, espirituales, respuestas de arrepentimiento que en ningún otro contexto llegaríamos a dar, respuestas escépticas o, incluso, inverosímiles. Aun así, una mayoría de ellas se centra en cumplir una serie de lo que podríamos llamar "objetivos de la vida de cada uno", aunque, personalmente, ese término yo prefiero sustituirlo diciendo que lo que llamamos objetivos, no son más que la persecución de momentos que suponemos gloriosos para nosotros, en los que vibramos como nunca antes, nos sentimos dichosos y realizados; nos sentimos tan felices que ningún otro sentimiento puede empañar posteriormente ese recuerdo que nos queda de dicho momento, un recuerdo imborrable que podemos rescatar de nuestra memoria para recordar que algún día, fuimos totalmente felices.
Muchos dirían que se dedicarían a cumplir cada uno de esos "objetivos" (seguiré llamarlo así por el mero hecho de no haber encontrado una palabra que me convenza más, aunque, insisto, esta tampoco me convence, en absoluto). Yo me pregunto cuántos de ellos lograrían cumplir, si hasta entonces no habían sido capaces de hacerlo. Sin embargo, y aun sin decantarme hacia ningún lado, honro esa idea ambiciosa de querer ser infinitamente feliz antes de abandonar este condenado mundo. Yo, sinceramente y, como ya he expresado al inicio de esta entrada, no me presupongo capaz de contestar a la mítica y ahistórica pregunta que dice "¿Qué harías si supieras que te queda un tiempo limitado de vida?".
Creo que hasta que no te ves en tal desgraciada situación no sabes cómo vas a reaccionar, cómo te tomaras la noticia, si serás capaz de aguantar no solo tu dolor, pues puedes estar realmente preparado mentalmente para afrontarlo con entereza, sino un dolor que no tiene comparación a ningún otro, cual es el de las personas que quieres cuando reciban la noticia. Ese simple detalle, puede hacer cambiar cualquier planteamiento inicial que nos hubiéramos prometido a nosotros mismos en los días que reflexionábamos sobre dicha pregunta. Por eso, admiro de todo corazón a quien es capaz de aguantar el tirón y seguir manteniendo la jovialidad durante sus últimos instantes (pues sí, son instantes, ya que en comparación con todo lo vivido o lo que quedara por vivir, unos días o meses, no son nada), transmitiendo quizá una falsa felicidad hacia quienes te rodean pues, en realidad, es un ciclo, un círculo, en el que transmitiendo tu escasa fuerza a los demás, ellos transmitirán una felicidad incondicional que te hará más fuerte a pesar de vivir los momentos más duros.
¿Qué quiero decir con esto? Que es imposible saber el futuro y, que si ya es difícil saber qué harás al cabo de cinco minutos cuando acabes de leer mi texto, más aún será predecir situaciones hipotéticas de futuro en las que tantos factores y tan diversos influirían en esa decisión.
Aún así, me veo obligado a decir el motivo que me ha llevado a tratar aquí este tema. No ha sido el simple hecho de rizar el rizo con la pregunta, pues parece ya todo un dilema que pervivirá a lo largo de los siglos y que, como cada uno de nosotros somos diferentes, nunca tendrá una misma contestación, sino que ha sido el conocer esta situación casi de primera mano lo que me ha llevado a pensar largo y tendido sobre cómo una persona puede asumir con total fortaleza el hecho de abandonar todo lo que ama en cuestión de días, tal vez, horas.
Conocer el sufrimiento a su alrededor, pero aún así, ver cómo cada minuto que le queda está acompañado y recibiendo el cariño incondicional de una familia que le quiere, y a la que él quiere, una familia que llorará una muerte anunciada. Porque "para siempre" es mucho tiempo, y más si hablamos de pérdidas. Ver y ser testigo silencioso de esta situación no es como para permanecer impasible ante ella. Ya nada puede cambiar, una vida se extingue y su última decisión cuando él mismo conoció la noticia fue mantenerse unido a sus seres queridos.
Porque ese es nuestro propósito en la vida ¿no?, relacionarnos con gente que nos ame, nos quiera, nos de apoyo y nos haga felices. Y si estamos condenados a desaparecer y prácticamente sabemos cuándo lo vamos a hacer, ¿no querríamos realmente hacer aquello que más felices nos ha hecho? ¿No son las personas que nos rodean, en realidad, quienes nos dan la felicidad más absoluta en nuestra vida? Por eso, sin conocer absolutamente de nada a una persona, puedo decir que admiro su decisión y es motivo de todo mi respeto y devoción.
La muerte llega inexorablemente para todos nosotros (dejaré aparte mis creencias y pensamientos sobre este tema, pues son excesivamente personales) y, es curioso, que siendo una de las pocas cosas que sabemos que ocurrirá con certeza en esta vida, nunca estemos preparados para recibirla, dejando oleadas de dolor a su paso.
Con un sentido pesar escribiendo estas líneas,

Álvaro Carretero Román.

jueves, 9 de febrero de 2012

Relato para concurso (parte 1)

A continuación, voy a presentar un relato corto con el que me presenté a un concurso realizado dentro de la Universidad Rey Juan Carlos. Entre las bases de dicho concurso, se especificaba expresamente que debía aparecer la palabra "biblioteca", como mínimo, en algún lugar del relato. De ahí que yo decidiera esa ambientación para el mío. El resto, que la imaginación volara por sí sola.
Supongo que no será especialmente bueno, seguramente, ni tan siquiera mínimamente bueno (huelga decir que no gané, por supuesto), pero lo considero mi primer trabajo realizado de una forma más o menos seria; me explico, de una forma más seria y con más coherencia a como lo suelo hacer cuando se me ocurre una idea y me propongo transcribirla al papel. Sin ser un buen relato, sin tener siquiera, seguramente, un gran argumento o una riqueza estilística sublime, le tengo especial cariño por haber sido el primero de muchos (espero), y el que supondrá la base para ir mejorando. Mi referencia es Edgar Alan Poe y, a partir de ahí, a construir. Espero no les parezca aburrido en exceso o demasiado tedioso y, en especial, espero las críticas de todo tipo, es lo único que puede hacer mejorar.

Batalla en Turín

Amaneció sudoroso, ensangrentado, y con una escasa noción sobre el lugar donde se encontraba. Había sido una noche larga y tediosa, y le costaba recordar con precisión todos los detalles, o quizá, no quería recordarlos. ¿Quién le mandaría alistarse en aquella absurda guerra?

Con un extremo dolor de cabeza, Ian maldijo su suerte y comenzó a llorar. Demasiado sufrimiento en apenas unas semanas para un joven de recientes veintidós años.

Creía que era un juego, que matar podría satisfacer sus ansias de batalla; sería sencillo. Nada más lejos de la realidad. Problemático, conflictivo y de carácter más bien tosco, Ian se había ganado en su pequeño pueblo un respeto general a base de palizas y amenazas. Ni su propio padre, un humilde y pacífico agricultor, se atrevía ya a levantarle la mano. Se había convertido en el jefe de la casa, más que eso, de su pueblo. El pánico reinaba a su alrededor cuando él se encontraba cerca, pues era sinónimo de trifulca asegurada. Quizá lo único que heredó de su pobre padre fue su ideología antifascista, algo que suponía una amenaza real para el joven en aquel convulso año 1943. Culpaba a su padre de las desgracias de su familia y su penuria, le asqueaba permanecer allí, todo le causaba una profunda repulsión. Ahí radicaba el motivo de su personalidad. En su vida solo había querido vivir el odio y el resentimiento.

Creyó ser el perfecto soldado. Valiente, fuerte y disciplinado. Craso error. Fue en ese preciso instante cuando lo comprendió, el era tan solo un mero peón más del juego y nadie le echaría en falta cuando cayera. Lloraba por todo, por los últimos acontecimientos, por sus actos pasados, por su familia y por aquellas personas a las que había atormentado. Por primera vez, lloraba; lloraba de arrepentimiento.

Ahora sabía que merecía estar allí y sufrir cuantas penurias vinieran, estaba sufriendo los tormentos que había causado en su pequeño pueblo a gran escala. A pesar de haber sido voluntario y haber creído encontrar en la guerra su vía de escape jurando no volver, lo cierto era que cada noche le costaba conciliar el sueño mientras trataba de desechar de su mente los pensamientos nostálgicos de los más nimios detalles. Por primera vez se sintió como un niño perdido e indefenso.

Permaneció así tumbado y reflexionando mientras lloraba amargamente su pasado lo que él calculó que serían unos quince minutos. Entonces decidió que era hora de reaccionar, ya habría tiempo de arreglar todo si volvía.

Si volvía… Si volvía…

Y ese pensamiento se instaló en su mente como si se lo hubieran clavado con una bala. Estaba solo, desorientado, herido y para colmo seguramente estaría rodeado de enemigos.

Se levantó a trompicones y notó un intenso dolor en el hombro izquierdo. Apenas tenía unas escasas nociones de medicina, por lo que ni siquiera sabía que podría tener. Tanteó su cuerpo en busca de su pistola, robada a un soldado alemán en una de las incursiones de la tropa a la que servía. Sin embargo, su fusil no aparecía por ningún lado; seguramente lo habría perdido durante la huída.

Recuperando la compostura y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se propuso investigar el lugar donde se encontraba. Tenía que salir vivo de allí y conseguir contactar con el campamento base de los americanos. Mientras recorría la espaciosa sala, comenzó a rememorar los sucesos de la noche anterior.

Había sido uno de los días más tranquilos desde que se incorporara a la brigada. Tan solo un par de rastreadores habían peinado la zona antes de levantar el campamento a un lugar más resguardado. Ellos no eran soldados de trinchera, su misión consistía en ejercer de avanzadilla para preparar el ataque. Entonces, mientras cenaban, todo sucedió a una velocidad endiablada. La suerte se alió con Ian y tres compañeros más que se encontraban en el extremo opuesto del campamento resguardados entre las sombras. Un rugido ensordecedor que congelaba la sangre se abrió paso en sus oídos. No era un tiroteo normal, era casi un fusilamiento, no hubo tiempo para la reacción, y los sonidos de las sibilantes balas se mezclaban con los desgarradores aullidos de los soldados caídos. Solo un grupo de entre diez y quince afortunados habían podido huir. Pero era un espejismo. El único destino era la ciudad de Turín.

En medio del estupor, aquellos afortunados, si así podían ser considerados al escapar de una más que asegurada muerte para meterse quizás en algo peor, el sufrimiento y el dolor de la tortura en caso de ser capturados, deambularon por las calles más inhóspitas y oscuras de la ciudad de Turín. Como si fueran pequeños conejos que buscan salir de su madriguera atentos a cualquier movimiento que delatara al lobo.

Aquellos asquerosos alemanes les habían cogido por sorpresa, y una vez más a pesar de su precaución, fueron descubiertos. Buscando auxilio y refugio en los edificios más cercanos, algunos conseguían llegar a un gran edificio, que imponía su magnificencia sobre las pequeñas casas italianas. Otros eran irremediablemente abatidos. Dentro del colosal edificio se vivieron los momentos más tensos de la vida de Ian. Temió realmente por su vida, apenas se podía identificar ningún objeto a medio metro en aquella oscuridad sepulcral, y era tanto una ventaja como un inconveniente, pues nada asustaba más al prepotente soldado que desconocer el terreno, o aquello a lo que se enfrentaba.

Recordó haber descubierto algo similar a grandes estanterías, y habría jurado que estaban repletas de libros, pero no se había molestado en investigar más. Era lo último que recordaba. Ian supuso que una de esas estanterías debió caerle encima dejándolo sin sentido, y aquella desesperante oscuridad que tanto pánico le infundía le había salvado de ser descubierto ocultándolo a sus enemigos.

Toda la sala estaba en ruinas. Marcas constantes de balas en las paredes, pilas de libros destrozados por el suelo, charcos de sangre manchando sus páginas, cristales rotos y sobre todo, un aspecto de destrucción y desolación que dejó descorazonado al inexperto soldado. Una escena aterradora que quedó grabada en su mente como si a fuego estuviera grabada. Y lo único que se le ocurrió pensar en aquel tétrico escenario fue que resultaba irónico que los libros le hubieran salvado la vida cuando siempre fue una de las cosas que más odió en sus años de adolescente. Él no valía para estudiar, ni quería ganarse un futuro estudiando, siempre había creído que su futuro era la acción.


Relato para concurso (parte II)

Algo le impulsaba a salir de allí, pero su cuerpo no respondía. Quería abandonar aquel lugar casi maldito para él, aunque también tan especial, por incoherente que le pareciera. Había cambiado. Ya no era el mismo, no era aquel valiente bravucón que pensaba que él solo podía ganar esa guerra, ya no ostentaba esa prepotencia tan característica. Había comprobado cuan cruel puede ser la guerra, facilidad con la que podría haber muerto, la facilidad con la que su egocentrismo podría haber sido su perdición. Puede que esa fuera la razón; allí había recapacitado y se sabía diferente, pero ¿podría seguir siendo así? Una extraña sensación le embargaba.

Era una sensación difícil de explicar. Sabía que si permanecía allí le encontrarían, aunque no es que el exterior fuera mucho más seguro. Pero no era eso, su integridad había dejado de preocuparle la noche anterior, ya no temía a los enemigos, había sobrevivido a toda una matanza, se veía inútil en aquellas pintorescas y arruinadas tierras italianas, estaba solo.

Era ese cambio personal que había sufrido lo que le impulsaba a deambular sin rumbo entre los restos de aquel gigantesco centro cultural que era la biblioteca de Turín. Un sentimiento de culpabilidad le atenazaba el pecho, y volvió a sentir esas incontrolables ganas de llorar. Se debatía entre dos sentimientos enfrentados. Quería volver a su pueblo y enmendar sus errores pasados, suplicar perdón y demostrar que de su verdad se sentía arrepentido, incluso algo más, sentía vergüenza y rencor hacia él mismo por su comportamiento anterior. No sería perfecto, nunca lo sería, ni siquiera era inteligente o trabajador, pero sí tenía una cualidad que no había cambiado. Su determinación; por ello se esforzaría hasta dar la última gota de sudor para conseguirlo. Pero para poder lograrlo quedaba un largo camino, y lo primero que tenía que hacer era salir de aquel imponente edificio. Sencillo, el paso más simple de su plan.

Sin embargo, algo le retenía, como si fuera una presencia que le instaba a permanecer en aquel lugar. Sin saber por qué, seguía avanzando a trompicones apollándose en las escasas estanterías que quedaban en pie. Sin ningún respeto hacia su propia presencia, paseaba como si estuviera trastornado, demasiado enfrascado en sus pensamientos. Una estampa tan melancólica como imprudente en aquel escenario de dolor donde podría ser abatido por un pelotón entero en cualquier momento.

No tenía miedo, no tenía ninguna preocupación que se mostrara en su frío semblante. Lo único que se adivinaba en su cara eran las lágrimas resecas mezcladas con los restos de sangre. Sin embargo, por dentro, era todo un fluir de actividad. Su cabeza no paraba, montaba planes de huída a cada cual más elaborado y complejo, planes casi perfectos a los que tan solo sacaba algún rebuscado defecto en el momento que más convencido estaba para llevarlo a cabo, lo que le provocaba una frustración y un cansancio mental que le desesperaba. Pero solo mantenía un objetivo principal que marcaba su razón de ser y existir en aquel momento: volver a su casa y arreglar sus errores. Entre tanta soledad y confusión ese esperanzador y feliz pensamiento se erigía como una luz en su cielo.

Finalmente se acabó sentando apoyado en una pared de la biblioteca, demasiado exhausto para seguir caminando. Boqueando para respirar y demasiado cansado para seguir pensando, cogió el primer libro que encontró sin saber exactamente por qué lo hacía. La literatura era un mundo tan desconocido como poco interesante para Ian. Como si el libro hubiera llevado ahí toda una eternidad esperando ese momento, como si estuviera expresamente puesto en ese lugar para él, el libro mostraba una pequeña guía sobre Cataluña, su tierra, el lugar al que añoraba volver. Sin reparar en lo que hacía, por primera vez leía por iniciativa propia. Se iba calmando por momentos, y aunque obviamente estaba escrito en italiano, la lectura se convirtió en un pasatiempo intentando averiguar el significado de las palabras, pasatiempo que le llevó casi dos horas más.

El cambio era palpable. Según sus cálculos, debían ser cerca de las seis o las siete de la tarde. Tenía hambre, no había comido desde esa fatídica noche anterior. Pero esa misma sensación casi surrealista de no querer abandonar aquel lugar que tanto le había reportado como persona indirectamente se le antojaba casi utópica. Además, el hombro cada vez le dolía más intensamente. Había estado tan ensimismado debatiendo consigo mismo que había perdido toda percepción del mundo exterior. Solo quería que acabara todo.

Entonces las horas empezaron a ser pesadas y empezó a impacientarse, y a alterarse. Y aunque realmente había cambiado, no podría hacer desaparecer nunca aquella ira que se apoderaba de él y tanto le caracterizaba. Volvía a sentir esos deseos incontrolables de arremeter contra cualquier cosa, apareció esa prepotencia insolente que casi le cuesta la vida la noche anterior; ya no le importaba su estado físico, no le importaba aquel futuro feliz que se prometía a sí mismo… Se debatía entre la rabia, la frustración y la impotencia por seguir allí, y un descontrol sobre sí mismo que amenazaba con ser su perdición. No había marcha atrás.

Soltando alaridos cada vez que golpeaba cualquier cosa que apareciera a su paso por la satisfacción que le producía poder desahogarse a su antojo, aquel lugar ya no le parecía aquel escenario que tanto temor, e incluso pánico, le infundiera la noche anterior, ya no era ese edificio que le impuso tanto respeto cuando despertó sin saber dónde se encontraba, había perdido ese aspecto desolado y destrozado que le confería la categoría de ruinoso incluso para convertirse en el emplazamiento perfecto donde descargar toda su furia. Ahora simplemente sería su siguiente víctima, y lo pensaba destrozar todo cuanto pudiera. El aspecto con el que aparecía la biblioteca bien podría reflejar el estado interior de Ian, en el más absoluto caos y sin ninguna razón que lo sustentara ahora. El edificio no podía defenderse; Ian era insignificante en el mundo, con un estado cercano a la locura. El mismo lugar que le había visto transformarse como persona asistía ahora a su propia destrucción.

Ya nada importaba, ni su vida, ni querer volver a su casa (ni siquiera sabía si alguna vez había sido un hogar para él), ni aquella condenada guerra en la que se había enfrascado. Su único deseo era destrozar, hacerse daño real para tener algo por lo que sufrir y lamentarse y no ser comido por sus propias paranoias, tener la sensación de mantener algo de cordura, sin darse cuenta de su actual grado de demencia.

Relato para concurso (parte III)

Era imposible saber cómo había sucedido, cómo o porqué motivo estalló de aquella forma tan frenética y brutal como despiadada contra la biblioteca de Turín. Quizá la inactividad, quizá su propia frustración, tal vez rabia al creer que se había estado auto engañando todo el día. Lo único cierto era que ni su anterior cansancio ni el dolor de sus heridas habían detenido a la hora de cumplir su objetivo de arremeter contra todo. Esa era su espectacular determinación.

Los gritos desgarrados procedentes de aquel ruinoso y castigado edificio llamaron la atención de las pocas personas que se atrevían a salir a la calle en esos momentos. Su idioma extranjero le delataba, había firmado su sentencia, sus horas estaban contadas.

Los ciudadanos de Turín que se acercaban tímidamente por las proximidades de la plaza donde se encontraba la biblioteca huían despavoridos cuando escuchaban los brutales golpes de su interior, acompañados siempre por múltiples gritos sin sentido, o maldiciendo en ocasiones en un idioma desconocido para ellos, pero que según deducían los más atrevidos, era similar al suyo. Los más crédulos pensaban incluso en espíritus debido a las leyendas que corrían en aquellos tiempos de guerra sobre los muertos, los que se atrevían a acercarse a una distancia menos prudente creían que había una pelea… otros simplemente extendían la noticia a su antojo con la escasa información que recibían.

De boca en boca, pronto llegó a oídos de uno de los soldados italianos encargados de la defensa de la ciudad, quien informó a su capitán de mando.

La población de Turín se mostraba atemorizada, e incluso infundían esa sensación de miedo e inseguridad a sus propios soldados, quienes ni siquiera sabían a qué se enfrentaban. Mientras rodeaban el colosal edificio dispuestos a entrar acribillando a todo lo que hubiera allí, la locura de Ian más que remitir, incluso cobraba mayor fuerza con cada golpe que atestaba. Nunca se había visto una tropa que reflejara tales caras de pánico mientras contemplaban, o más bien escuchaban, ese horripilante espectáculo que montaba un solo hombre al que le pesaban todos y cada uno de los días de su vida. Aunque claro, eso ellos no lo sabían.

De pronto todo quedó en silencio. Ian había parado de gritar y apalear.

Fueron los momentos de mayor tensión, pero no para el joven, sino para esos enemigos de los que él ni siquiera tenía constancia. Una vez más, había levantado esa ola de pánico a su alrededor que paralizaba a quien tuviera delante. Pero esta vez, él ni siquiera se había percatado de ello. Entonces tres soldados penetraron por el ala oeste de la biblioteca con un gran estruendo, intetando coger a Ian por sorpresa y abatirlo fácilmente. Otros cinco hicieron lo propio en la sala principal, donde se había escuchado por última vez la desgarradora melodía de aullidos, mientras que cinco más se apostaban en el tejado dispuestos a tirotear al más mínimo movimiento. Pero Ian ya no estaba allí. No podía haberse desvanecido, ¿sería verdad que había un espíritu? Los soldados empezaron a dudar de cualquier creencia que tuvieran.

Sin embargo, mientras el capitán de la tropa se encontraba en la puerta principal dirigiendo la operación con varios soldados más de su confianza y el resto entraba en el edificio, el joven trastornado había salido por donde nadie esperaba que hiciera, por la puerta principal, aunque realmente lo hizo por inercia y por desconocimiento absoluto de la situación. Ian, motivado aún por su trastorno emocional, se plantó en el marco de la puerta mientras sacaba su único arma al percatarse de lo que acontecía, esa pequeña pistola, para encañonar a aquel que se presentaba delante de él. El capitán, demasiado sorprendido e intentando comprender lo que sucedía de una forma lógica, no conseguía recomponerse y reaccionar. Los soldados avanzaban a la espalda de Ian.

Un disparo. Un solo disparo se escuchó entonces en medio de aquella confusión, y el tiempo se detuvo por unos instantes.

Su hombro herido sangraba a borbotones, ahora sí era consciente del dolor. Dejó caer su pistola y se tambaleó hacia atrás mientras sudaba como si llevara corriendo un día entero. Fueron unos segundos, unos escasos e interminables segundos en los que llegó a comprender su situación y se daba cuenta de cómo había sucedido. Él mismo se había condenado perdiendo la razón y los estribos sin ningún motivo, había condenado los veintidós años de su vida de la misma forma.

Volvió a sentirse desgraciado, un cúmulo de emociones le asaltó en esos escasos siete segundos de casi insufrible dolor.

Dos disparos más.

Casi simultáneamente le alcanzaron en la cabeza y el cuello, por lo que cayó abatido al fin. ¿Pero quién había sido? El capitán seguía estupefacto y los soldados llegaban justo en ese preciso instante. Había unas cuantas personas alrededor expectantes ante la operación militar, puede que alguien disparara entre la multitud. De todas formas, no se molestarían en investigar, lo cierto es que seguramente había salvado más de una vida, entre ellas las del capitán.

Pero él había muerto, Ian, el soldado desconocido que conmocionó durante unas horas a toda una ciudad. Había encontrado la misma suerte que sus compañeros, aunque a diferencia de ellos, estos la habían encontrado de frente y por azar, mientras que él parecía haberla buscado como si fuera su destino. Una muerte rápida y casi sin sufrimiento físico. Pero su interior nunca había dejado de ser un pequeño castillo de cartón que se desmoronaba cada vez más bajo una lluvia torrencial. Había muerto sufriendo durante todo el día, casi rayando la locura. Unas últimas horas demasiado crueles y devastadoras que no hubieran sucedido si la noche anterior hubiera fallecido en su campamento. Su último pensamiento fue que se lo merecía, en un gesto de arrepentimiento y rencor propio. ¿Hasta qué punto estaba trastornado entonces?

La suerte es muy relativa, y aunque él creyó haber escapado de un horrible final, lo cierto es que acabó encontrado un desenlace aún más espeluznante. Ese edificio de Turín, esa biblioteca tan asediada, fue el único y silencioso testigo del desmoronamiento y la caída de un pobre joven que se vio superado por esa estúpida guerra, igual que muchos otros

Los soldados de Turín nunca olvidarían ese día ni la última expresión del soldado abatido. Una mezcla de rabia… y placer.

lunes, 6 de febrero de 2012

Defensa Siciliana, variante del Dragón Acelerado, Nudo Maroczy

Hoy, me he propuesto hacer una entrada sobre una de mis grandes aficiones: el ajedrez.
Dejando aparte lo personal en lo relativo a dicho juego, diré simplemente que me he animado a hacerlo debido a que fue gracias a un par de blogs y tutoriales de Youtube como he aprendido la teoría de esta interesante apertura.
El orgullo herido de haber recibido dos soberanas palizas en las dos últimas jornadas como 1er tablero de 2ª División de Madrid, me hizo recapacitar y entender que debía cambiar algo en mi juego, y mi ansia de preparar nuevas aperturas, ya que es donde recibo los peores golpes, hizo el resto.
Y, sin más miramientos, procederé a explicar esta variante de la Defensa Siciliana, de una forma concisa y sin el afán de profundizar, sino, simplemente, de que si algún jugador lee esto, pueda estudiar y entender una apertura interesante y eficaz que utilizar en sus partidas.
1.- e4 c5 2.- Cf3 Cc6 3.- d4 cxd 4.- Cxd g6 5.- c4 Ag7 6.- Ae3 Cf6 7.-Cc3 Cg4

Como observamos, esta es la posición clásica del Nudo Maroczy hasta la jugada 5.- c4, donde las blancas ejercen un férreo control sobre la casilla d5. A partir de aquí, se suceden distintas variantes.

Variante 1

8.- CxC CxA 9.- CxD CxD 10.- CxC RxC 11.- Tc1 d6
Las negras tienen el ataque sobre el flanco de dama y un mejor desarrollo, aunque no está clara del todo la ventaja. No importa que el rey quede en el centro, pues tiene una buena posición al no estar ya las damas sobre el tablero.

Variante 2

8.- DxC CxC 9.- AxC AxA 10.- Td1 AxC+ 11.- bxA Da5! 12.- Dg2 d6 13.- Td2 Ae6 14.- h4 h5 15.- Ae2 Tc8 16.- Dd3 Txc 17.- Db1 Tc7

Esta es la posición a la que se llega tras la jugada 11.- bxA Da5!. Las negras se encuentran en una posición mucho más sana, a pesar de haber perdido su alfil negro, cual era el fuerte. Sin embargo, su sacrificio ha servido para dejar en cuadro al flanco de dama blanco. Hay que tener en cuenta que el peón se va a ganar de todos modos, por lo cual, tomar de primeras con la dama en a2 no resulta una buena idea; debe primar el desarrollo con d6 y Ae6, ganando a la postre el peón de c4.

Variante 3

Partimos siempre de las siete primeras jugadas que definen esta variante. Desde ahí, retomamos con 8.- DxD CxC 9.- Dd1 e5 10.- Cb5 o-o 11.- Dd2 Dh4 12.- Ad3 d5! 13.- cxd CxC 14.- AxC Dxe 15.- o-o Tc8 16.- Tfd1

La posición mostrada, refleja a la posición a la que se llega tras 14.- AxC. Esta es la línea más común o línea principal. La posición acaba derivando a un juego equilibrado de ambos contendientes. Hay que tener en cuenta que 10.- Cb5 es la jugada más fuerte blanca, en lugar de 10.- Ad3. Por parte de las negras, 12.- ... d5! es clave, ya que supone la liberación de sus piezas y le otorga la capacidad de atacar y posicionarse.

Variante 4

Seguimos en la octava jugada tras el planteamiento inicial. 8.- DxC CxC 9.- Dd1 e5 10.- Cb5 o-o 11.- CxC?? exC 12.- Axd Da5+ 13.- Re2 Te8 14.- f3 d5! 15.- AxA Txe+ 16.- Rd3 Txc 17.- Re3 Dc5+ 18.- Ad4 De7+ 19.- Rf4 Dh4+ 20.- g4 Axg 21.- AxT Af5 22.- Re3 Te8+ 23.- Ae5 TxA+ 24.- Rd2

Esta es la última variante, y la posición muestra claramente el absoluto dominio negro. Las blancas, por intentar ganar un peón central, se han visto abocadas a defenderse de malas maneras de un brutal ataque negro, a quien no le importa sacrificar diversas piezas sabiendo que, además de recuperarlas, seguramente pueda forzar el mate final. No es ni mucho menos conveniente, por tanto, tomar nunca el peón central negro.

A continuación, dejaré una partida que ilustra muy claramente las ideas del Nudo Maroczy. Fue jugada en 1992 en un torneo de Vallecas de partidas rápidas a treinta minutos entre Roa (blancas) y Javier Moreno Ruiz (negras).

1.- e4 c5 2.- Cf3 Cc6 3.- d4 cxd 4.- Cxd g6 5.- c4 Ag7 6.- Ae3 Cf6 7.-Cc3 Cg4 8.- DxC CxC 9.- Dd1 e5 10.- Ad3 (ya hemos dicho que mejor es 10.- Cb5) o-o 11.- o-o d6 12.- Dd2 AxC 13.- AxC exA 14.- Cd5 Ae6 15.- f4 Tb8 16.- a4 AxC 17.- cxA Tc8 18.- Db4? Dd7 (En este punto, las blancas deberían preparar su avance hacia e5 o f5 en lugar de divagar en el ala de dama, donde no obtendrán beneficios) 19.- Ta3 Tc5 20.- Tb3 Tc7 21.- Ab1 Tfc8 22.- f5 Ae5 (Las negras quedan en buena posición, aunque las blancas podrían haber obtenido mejor posición que la suya actual si hubieran llevado a cabo el plan de preparar las jugadas e5 o f5) 23.- Dd2 f6 24.- fxg hxg 25.- Th3 Dg7 26.- Ad3 Rf7 27.- Ae2?? (Permite la entrada de la torre en Tc2) Tc2 28.- Db4 (no tomar el alfil, pues si 28.- ... TxA 29.- Db7+, ganando la calidad) d3! (entrega el peón a cambio de tomar en b2 e intentar colocar dos demoledoras torres en segunda fila) 29.- Ag4 T8c7 30.- Ae6+ Rf2 31.- Thf3 Re7?? (31.- ... h2!! hubiera ganado en el acto, aunque la partida concluyó con una victoria fácil desde este punto para las negras).

Y este es el final de este pequeño tutorial sobre el Nudo Maroczy. Espero sinceramente que a alguien le haya resultado, cuanto menos, interesante y, sobre todo, que haya captado las ideas principales y pueda serle de utilidad en sus partidas en alguna ocasión, ya sea para jugarlo por iniciativa propia, o para saber defenderse contra él.

Álvaro Carretero Román.

sábado, 4 de febrero de 2012

Comprometidos con el arte

Hoy, desayunando tranquilamente en este frío día de invierno tras haber reflexionado durante la tarde de estudio de ayer sobre varios temas de los que yo me mismo me iba sorprendiendo acerca de mis propias ideas, me propuse transcribirlos a mi blog.
Y, especialmente, pensé en la música. Sí, la música. Un arte fantástico, realmente sensacional. Admiro la capacidad para visualizar una melodía de cada compositor, de concordarla en perfecta armonía con la letra y, la letra... letras que nos hacen soñar, perdernos en universos diminutos que duran cerca de cuatro, cinco, seis minutos... para dar paso a un nuevo universo al final del mismo. ¡Qué capacidad de composición! ¡Qué prodigiosas mentes ha dado la Historia en este hermoso arte! Y, sin embargo, como todo lo que tocamos el hombre, lo estamos destrozando. Ritmos y estilos musicales que incitan simplemente a hacernos más estúpidos (no diré cuáles, pues no es mi objetivo entrar en polémicas ni ofender a nadie por sus gustos, cada cual que saque conclusiones), artistas que son monigotes y marionetas colocadas por su figura e impacto mediático en vez de por sus cualidades, productores y agentes que se llevan millones y explotan a sus trabajadores...

Así va el negocio, normal que se quejen. El problema, señores, es que se queja justo quien no debe. Aunque, bien pensado, eso pasa en todos los negocios y en cualquier lugar, siempre es igual. Mientras que quienes más beneficios tienen siguen queriendo más y los otros son quienes siguen luchando por "hacerse un nombre" que se dice, conseguir mejores puestos o, simplemente, ser respetados por el resto. Un ámbito controlado por los grandes magnates del negocio, un auténtico monopolio que, sin poder ser controlado de forma totalitaria, emplea todo su poder mediáticos para ningunear a aquellos que deciden plantarles cara y revelarse contra el sistema que pretende hacer de ellos nuevos títeres que poner en el mercado. Y, como bien expresó George Orwell en su obra 1984, esos artistas son "vaporizados" (eliminados sin dejar rastro de ellos, según el autor), es decir, pretenden arrastrarlos a un abismo mediante el cual su situación se vuelva tan insostenible que no puedan seguir manifestándose con sus letras. Y así, desgraciadamente, han caído muchos artistas. Cuanta menos gente conozca determinado grupo, más difícil será mantenerlo y más fácil será acabar con él. Un proceso sencillo, aparentemente.
Por eso admiro tanto a artistas que siguen peleando contra ellos, que son realmente importantes y son capaces (o lo han sido) de mover auténticas mareas de gente gracias a sus propios pensamientos convertidos en canción.
Canciones que incitan a pensar, que incitan a razonar, rebelarse, caer en la cuenta de la situación actual, canciones que te motivan y te suben el ánimo... La multitud de tipos de canción es tan amplia...
El sistema se ha aliado entre sí tejiendo una red de protección mutua que parece infranqueable para quien no sea partícipe o acepte el mismo. Pero, como todo, y como ya expresé en una entrada anterior, "la perfección es un imposible". Ahí está el fallo, mientras crean que es perfecto, no estarán a salvo, pues siempre existirán personas que sigan luchando para derribarlo y crear uno más justo y equitativo, que no promueva valores basura o tenga por objetivo el dinero en vez de el "el arte por el arte"; que los artistas, en cualquier ámbito que incluya el arte, sean eso, artistas, y no marionetas con una imagen adaptada a la sociedad consumista. Algún día, nosotros seremos más fuertes que ellos. Espero poder ser periodista para entonces para contarlo.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues bien, es sencillo. Quiero decir que si todos ellos se han unido satisfactoria para protegerse unos a otros, ¿por qué los que peleamos contra ellos con el fin de construir un mejor sistema no podemos hacerlo también? ¿Por qué hacemos la guerra cada uno por nuestra cuenta? ¿No nos damos cuenta de que perseguimos los mismos objetivos? La revolución comenzará cuando nos demos cuenta de que somos capaces de hacerla. La música solo es una disciplina más de las tantas que se han visto afectadas por la crisis, no económica, no se confundan, sino de valores, que considero que es bastante más grave que la otra. Sí, las crisis económicas son períodos cíclicos que se repiten en la sociedad capitalista, inevitables, como quien dice pero, en fin, ese problema no nos atañe ahora. ¿Cuánto tardará en desaparecer la crisis de valores o de ética que estamos viviendo desde hace ya tantos años? Por si no se han dado cuenta, se ha agravado, una gran parte de los jóvenes son auténticos "parias" que no tienen conciencia ni de su objetivo en la vida. Eso, es una verdadera desgracia. Son vida humanas, vidas, poco menos que desperdiciadas.
En definitiva, es un triunfo de ese sistema idiotizante al que nos sometemos, no solo la música comercial que promueven, sino los valores de otros ámbitos y un larguísimo etcétera que se combina entre sí formando personas sin capacidad de pensamiento propia. Y, lo peor, es que cada vez se irá agravando más.

Como conclusión, me serviré de George Orwell de nuevo para establecer una reflexión y de la misma obra que en mi anterior ejemplo. "Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán y, hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Ese es el problema".
Será que me encanta la música, será que me evade, me ayuda a escribir, me da temas sobre los que pensar y profundizar investigando, me hace sentir libre, despierto y soñando al mismo tiempo, me embarca en un universo paralelo como lo haría un buen libro, me motiva, me relaja. Me encanta. Será por eso que también quiero luchar por salvarla, porque tampoco quiero perderla.

Y, por supuesto, no me iré tranquilo hasta no dejar un ejemplo de mis palabras en forma de canción. Disfruten esta oda a la música.


Álvaro Carretero Román.